lunes, 3 de noviembre de 2014

Gustavo Aguado: el Howard Roark de la música en Venezuela

Quien me conoce sabe que tengo dos pasiones: 1) mi amor por la libertad y las ideas liberales; y 2) mi gusto por la música de Guaco.  Y este era un tema que faltaba en mi blog.

Mi primer contacto con la música de Guaco fue tradicionalmente en diciembre, época de gaitas, ese pegajoso ritmo zuliano que invade a todos los rincones de Venezuela.  Creo que el primer éxito que prendó en mi cabeza fue Un Cigarrito y un Café, interpretada por Amilcar Boscán (para 1984 tenía yo 10 años y vivía en mi natal Maracay).  

Al cumplir 18 años, lo primero que quería era manejar.  La primera vez que mi papá me presta su carro fue para ir a un "Amanecer Gaitero" en donde tocaban Guaco y Un sólo pueblo entre otros. Recuerdo bien que era en el Hotel Maracay, y fui acompañado de mi hermana y su novio de la época.

Cuando apareció Guaco en escena, abriendo el show con su famoso "A comer!", cantada por Gustavo Aguado, y acompañado por Nelson Arrieta y Sundín Galué padre (prematuramente ya fallecido), puedo decir que me enamoré de esa orquesta.  El sonido era impecable, la presentación en escena irradiaba una energía única, siempre encabezado por "el gordo" Aguado.  A partir de ahí iba a cuanto concierto podía pagar mi bolsillo de estudiante, compraba todos los discos: en 1993 Triceratops, en 1995 Archipiélago, en 1997 Amazonas (el que considero el mejor disco de toda su discografía).

En 1998, y por causalidades (mas que casualidades) de la vida, me presentan al director de Guaco, Juan Carlos Salas (quien es hoy mi amigo y una de las personas que mas admiro). Recuerdo que me acerqué con la idea de colaborar en hacer la página web de la orquesta,  y a partir de ahí empezó mi relación directa con Guaco y mi amistad con algunos de sus integrantes.  Iba a toques, tomaba fotos y videos para la página, estaba en las grabaciones de los discos (escuché los previos de Como Era y Como Es, Equilibrio y Galopando), pasaba tiempo en el bunker de los Guaco, escuchando sus anécdotas, aprendiendo de música y, en casa de zulianos no podía faltar, beberse unos buenos whiskys.

Leomar Córdoba, quien trabajaba para Guaco en el área técnica, hizo un excelente documental para lo que fue su tesis de grado como periodista en la Universidad Central de Venezuela.  Este documental único (contiene entrevistas con Doña Aura Luisa León y con Sundín Galué, ambos fallecidos) lo tituló "Guaco: de gaita zuliana a género propio". La línea argumental muestra cómo, y por el ingenio de muchos de sus integrantes, pasados y presentes, ese grupo de gaitas fue remozando el género, ganándose la enemistad de los compositores más puristas del género pero,a su vez influenciándolo de tal manera que muchas de sus innovaciones (incorporación de instrumentos, uso de arreglos de otros géneros) fueron acogidad por otros conjuntos gaiteros.  No pasó como decían los puristas, que iban a destruir la gaita, sino que la remozaron.

Y es que ese es el reto de los innovadores, ser unos disruptores en lo tradicional, descubrir caminos que nadie ha visto, y en muchos casos estar solos en ese camino por mucho tiempo.  Tal como escribiría Ayn Rand en la boca de Howard Roark "A través de los siglos hubo hombres que dieron pasos por nuevos caminos armados tan solo con su propia visión.  Sus objetivos eran diferentes, pero todos tenían esto en común: El paso era el primero, el camino nuevo, la visión original, y la respuesta que recibieron: Odio... Pero estos hombres de visión original siguieron adelante. Lucharon, sufrieron y pagaron su precio. Pero ganaron."

Y es por eso que yo llamo a Gustavo, el Howard Roark de la música en Venezuela (hace años le regalé El Manantial de Ayn Rand). Porque Gustavo es ese hombre innovador, irreverente, que con su visión siguió adelante, se hizo acompañar de hombres geniales, y triunfó.  Gracias a esa insistencia hoy Guaco se erige como una orquesta con ritmo propio, reconocido por muchos dentro y fuera de Venezuela.

Como cualquier ser humano, Gustavo no es perfecto.  Todos distamos de serlo. Pero es esa constancia la que admiro, y me enorgullece de llamarlo amigo.  A él, a su esposa Yaremi, a Juan Carlos Salas, a Alexis Moreno, a Norman Cepeda, a Humberto Casanova, Julito Rivera, Vladimir Quintero, y otros tantos que están o se han ido de Guaco, todos amigos. 

Coincidencialmente hoy, que escribo este artículo para mi blog, es el cumpleaños de este innovador, de este ser único del cual me precio ser su amigo y a quien admiro.  Feliz cumpleaños Gustavo, quedan muchos años de Guaco todavía.  Y como decía Howard Roark "la pregunta no es quién va a dejarme, la pregunta es quien va a pararme", y a tí no te para nadie.