Pero el fútbol despierta las peores pasiones, despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte. Porque la gente cree que va a ver un espectáculo, pero no es así. La gente va a ver quién va a ganar.
Jorge Luis Borges
El fútbol es un deporte que despierta pasiones. En lo personal no es un deporte que me guste particularmente ni sigo constantemente.
El único evento futbolístico que siempre le di algo de seguimiento han sido los mundiales de fútbol. El primero que vi fue España 82, y el equipo que me enamoró fue la selección de Brasil. En aquella época no veía el tinte nacionalista que revertía seguir a una selección nacional de fútbol, para mi era sólo un equipo. En 1990 sentí por primera vez el tema nacionalista, cuando en el mundial del momento, compañeros de colegio, descendientes de italianos, se burlaban porque en ese momento uno apoyaba a la selección de Argentina (con Maradona en su plantilla y su recordado "hijos de p..." cuando en el stadium pitaban el himno argentino) y llegué a oir el impromerio "ustedes (venezolanos) ni siquiera tienen selección en el mundial".
Celebré en 1994 cuando la selección de Brasil logró el triunfo en penales ante Italia. En esa oportunidad cuando le preguntaron a Ronaldo sobre las celebraciones en Venezuela (en varias ciudades se vieron caravanas de color amarillo y verde, como cualquier ciudad de Brasil), a lo que este respondió algo como que los venezolanos no tenían porqué celebrar ese triunfo. Todo un balde de agua nacionalista.
Con los años fui disminuyendo el seguimiendo a la selección de fútbol de Brasil. Recuerdo que en una discusión con un compañero de trabajo, cerca del mundial de Francia 1998, este me increpaba sobre si yo creía que Brasil era mejor país que Venezuela por apoyar a su selección de fútbol, algo que me parecía una insensatez, yo solo disfrutaba el buen juego que hacía esa selección, para mi no tenía nada que ver con un sentimiento nacionalista.
Pero ahí el problema del fútbol, en especial las competencias de países (Mundial, Copa América, Eurocopa, etc.). Además de ser parte del cloroformo social que adormece y distrae a la gente de las cosas importantes, estas competencias despiertan un colectivismo nacionalista que, y tal como pensaba Jorge Luis Borges, me parece deleznable.
A todo esto, la selección de fútbol de Venezuela siempre ha tenido un muy bajo nivel. Competimos en la Conmebol, una de las regiones de fútbol más competitivas, y eso ha relegado a la selección a que nunca se haya podido clasificar a un Mundial. Incluso en años donde había buena oportunidad ya que, o no competían Brasil o Argentina, o porque se habían ampliado los cupos, el bajo nivel de juego de la selección hacía perder oportunidades de juegos con selecciones comparables y al final no se lograba clasificar.
Al parecer en esta eliminatoria para el Mundial de Fútbol de 2026 hay mejor chance. Para la Conmebol hay 6.5 cupos para el Mundial, lo que abre la oportunidad a que no sólo los equipos grandes puedan clasificar. Adicionalmente, el desempeño de la selección de Venezuela ha sido un poco superior a lo acostumbrado. De ahí que empezó toda una campaña con un slogan esperanzador "Mano, tengo fe".
Entiendo que, luego de más de 25 años de la actual tragedia socialista que padece Venezuela (y que lamentablemente no tiene fin en el corto plazo, soy pesimista), la actuación de la selección de fútbol (la llamada vinotinto) en la actual Copa América ha insuflado ciertas esperanzas dentro de la población venezolana dentro y fuera del país. Esperanzas vinculadas a dos cosas: 1) la posibilidad de que la selección clasifique al Mundial y 2) la necesidad extrema de tener algo positivo dentro de los malos tiempos que nos ha tocado vivir.
Sería mezquino de mi parte no reconocer que el nivel de juego de la selección de Venezuela ha mejorado mucho, pero también sería una insensatez pensar, como muchos creían, que en la actual Copa América podían llegar a jugar la final o en algunos casos, llegar a ser campeón. Lo mismo aplica para las eliminatorias al mundial, hay mejores chances, pero tampoco hay que creerse que será fácil, mas allá del mal momento que puedan vivir selecciones fuertes como Brasil.
En pleno juego de cuartos de final, a Venezuela le tocó jugar contra Canadá. Sintonicé tarde el juego, y cuando empiezo a verlo, ya veo que perdía 1-0, a lo que comenté en mis redes "La vinotinto: jugando como nunca, perdiendo como siempre". Algo que sirvió para que yo fuera objeto de críticas y de improperios por "no tener fe".
Y ahí está mi posición. Para mi el fútbol es un juego. Gane o pierda el equipo al que apoye, no cambiará mi bienestar, ni mejorará Venezuela. Por esas cosas es que no me gusta el tufo nacionalista de las competiciones internacionales de fútbol. Y por eso no tengo fe.
Amanecerá y veremos.