domingo, 14 de julio de 2024

Porque no me gusta el fútbol y porque no tengo fe

Pero el fútbol despierta las peores pasiones, despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte. Porque la gente cree que va a ver un espectáculo, pero no es así. La gente va a ver quién va a ganar.

Jorge Luis Borges

El fútbol es un deporte que despierta pasiones. En lo personal no es un deporte que me guste particularmente ni sigo constantemente.

El único evento futbolístico que siempre le di algo de seguimiento han sido los mundiales de fútbol.  El primero que vi fue España 82, y el equipo que me enamoró fue la selección de Brasil.  En aquella época no veía el tinte nacionalista que revertía seguir a una selección nacional de fútbol, para mi era sólo un equipo.  En 1990 sentí por primera vez el tema nacionalista, cuando en el mundial del momento, compañeros de colegio, descendientes de italianos, se burlaban porque en ese momento uno apoyaba a la selección de Argentina (con Maradona en su plantilla y su recordado "hijos de p..." cuando en el stadium pitaban el himno argentino) y llegué a oir el impromerio "ustedes (venezolanos) ni siquiera tienen selección en el mundial".  

Celebré en 1994 cuando la selección de Brasil logró el triunfo en penales ante Italia.  En esa oportunidad cuando le preguntaron a Ronaldo sobre las celebraciones en Venezuela (en varias ciudades se vieron caravanas de color amarillo y verde, como cualquier ciudad de Brasil), a lo que este respondió algo como que los venezolanos no tenían porqué celebrar ese triunfo. Todo un balde de agua nacionalista.

Con los años fui disminuyendo el seguimiendo a la selección de fútbol de Brasil.  Recuerdo que en una discusión con un compañero de trabajo, cerca del mundial de Francia 1998, este me increpaba sobre si yo creía que Brasil era mejor país que Venezuela por apoyar a su selección de fútbol, algo que me parecía una insensatez, yo solo disfrutaba el buen juego que hacía esa selección, para mi no tenía nada que ver con un sentimiento nacionalista.

Pero ahí el problema del fútbol, en especial las competencias de países (Mundial, Copa América, Eurocopa, etc.).  Además de ser parte del cloroformo social que adormece y distrae a la gente de las cosas importantes, estas competencias despiertan un colectivismo nacionalista que, y tal como pensaba Jorge Luis Borges, me parece deleznable.

A todo esto, la selección de fútbol de Venezuela siempre ha tenido un muy bajo nivel.  Competimos en la Conmebol, una de las regiones de fútbol más competitivas, y eso ha relegado a la selección a que nunca se haya podido clasificar a un Mundial.  Incluso en años donde había buena oportunidad ya que, o no competían Brasil o Argentina, o porque se habían ampliado los cupos, el bajo nivel de juego de la selección hacía perder oportunidades de juegos con selecciones comparables y al final no se lograba clasificar.

Al parecer en esta eliminatoria para el Mundial de Fútbol de 2026 hay mejor chance. Para la Conmebol hay 6.5 cupos para el Mundial, lo que abre la oportunidad a que no sólo los equipos grandes puedan clasificar.  Adicionalmente, el desempeño de la selección de Venezuela ha sido un poco superior a lo acostumbrado.  De ahí que empezó toda una campaña con un slogan esperanzador "Mano, tengo fe".

Entiendo que, luego de más de 25 años de la actual tragedia socialista que padece Venezuela (y que lamentablemente no tiene fin en el corto plazo, soy pesimista), la actuación de la selección de fútbol (la llamada vinotinto) en la actual Copa América ha insuflado ciertas esperanzas dentro de la población venezolana dentro y fuera del país.  Esperanzas vinculadas a dos cosas: 1) la posibilidad de que la selección clasifique al Mundial y 2) la necesidad extrema de tener algo positivo dentro de los malos tiempos que nos ha tocado vivir. 

Sería mezquino de mi parte no reconocer que el nivel de juego de la selección de Venezuela ha mejorado mucho, pero también sería una insensatez pensar, como muchos creían, que en la actual Copa América podían llegar a jugar la final o en algunos casos, llegar a ser campeón. Lo mismo aplica para las eliminatorias al mundial, hay mejores chances, pero tampoco hay que creerse que será fácil, mas allá del mal momento que puedan vivir selecciones fuertes como Brasil.

En pleno juego de cuartos de final, a Venezuela le tocó jugar contra Canadá. Sintonicé tarde el juego, y cuando empiezo a verlo, ya veo que perdía 1-0, a lo que comenté en mis redes "La vinotinto: jugando como nunca, perdiendo como siempre".  Algo que sirvió para que yo fuera objeto de críticas y de improperios por "no tener fe".

Y ahí está mi posición. Para mi el fútbol es un juego. Gane o pierda el equipo al que apoye, no cambiará mi bienestar, ni mejorará Venezuela. Por esas cosas es que no me gusta el tufo nacionalista de las competiciones internacionales de fútbol. Y por eso no tengo fe.

Amanecerá y veremos.

miércoles, 6 de julio de 2022

Nubes que opacan la computación en la nube (III): GoFundMe o GoFraudMe

El internet que conocemos hoy en día nació a partir de proyectos militares post segunda guerra Mundial y durante los años de la denominada Guerra Fría.  Al terminar este conflicto, parecía que ese interés de compartir recursos computacionales para fines bélicos ya había terminado, por lo que, a través de distintas iniciativas regulatorias, para inicios de los años 90, se levantó la prohibición existente de uso comercial en esta plataforma tecnológica.  

Mucha gente, incluidos los gobiernos, pensaron que esta plataforma tecnológica, cuyo uso era de especialistas técnicos no tendría mayor desarrollo.  Bien recordado es el erróneo vaticinio hecho por Paul Krugman que decía que "Para el 2005, será claro que el impacto de Internet en la economía no ha sido mayor al impacto de las máquinas de fax".  De hecho, esa subestimación por parte de los gobiernos es lo que permitió que la economía basada en Internet se desarrollara sin mayores regulaciones que las propias su crecimiento, con los aciertos y errores que esto puede traer.

Actualmente, el desarrollo del Internet, siguiendo la idea hayekiana del aprovechamiento del conocimiento disperso, ha alcanzado unos niveles de transformación de la economía real que va desde cambiar muchos negocios tradicionales al descubrimiento de modelos de negocio que antes no existían.

Uno de estos modelos es el de la colaboración en red para conseguir fondos y apoyar actividades.  Desde los pioneros sistemas de envío de pago (que han reducido de forma significativa los tiempos y costos de enviar dinero) como Paypal o Payoneer, a modelos que conectan a patrocinantes (Patreon) o plataformas que usan figuras públicas para conectar con sus admiradores (Onlyfans).  Ejemplo de esos modelos de negocio es GoFundMe, una plataforma con fines de lucro para la recolección de fondos (crowdfunding) para distintas iniciativas que van desde eventos hasta situaciones de enfermedad o ayudas estudiantiles.  Personalmente tuve un caso cercano de una buena amiga que usó la plataforma para recaudar fondos para una intervención quirúrgica.

Lo que me parece virtuoso de ese modelo de negocios es que permite conectar a personas que necesitan fondos con posibles donantes, y por sobre todo, se derrumba el mito de la falta de cooperación en la sociedad, usado sobre todo por grupos de interés, que dado que la gente no contribuirá con sus causas, hay que solicitar esos fondos al gobierno, para, vía impuestos, obligar a la gente a financiar causas que quizás libremente no lo haría.

En días recientes, y a pesar del silencio de grandes medios, se organizó una protesta de camioneros en Canadá, para obligar a las autoridades en derogar las medidas restrictivas relacionadas con la vacunación obligatoria como consecuencia del Covid-19.  La primera reacción del primer ministro de Canadá, el progresista Justin Trudeau, fue intentar minimizar la manifestación de los camioneros, alegando que se trataba de un grupo marginal e incluso que era protagonizado por la «extrema derecha» y «supremacistas raciales».  Hay que recordar que el gobierno de Canadá ha mostrado una serie de signos totalitarios, no sólo respecto de la situación de la pandemia del Covid-19.

La protesta fue creciendo y las caravanas de camioneros llenaron la ciudad de Ottawa para hacer valer sus peticiones.  Las protestas han sido pacíficas (a diferencia de las organizadas por movimientos marxistas como Black Live Matters) pero contundentes.  Tanto que el primer ministro Trudeau tuvo que refugiarse en un "sitio desconocido" para luego publicar en su cuenta de twitter que había sido diagnosticado con Covid y debía trabajar de forma remota.

No sólo los camioneros estaban en la protesta. Una cantidad importante de personas empezaron a donar dinero a la causa de los protestantes, que legítimamente exigían el fin de las restricciones y que el gobierno se detenga en sus pretensiones totalitaria de progresivamente reducir libertades.  Hasta hace unos días, y a través de la referida plataforma GoFundMe, habían recaudado mas de 9 millones de dólares americanos de mas de 113 mil personas.

De un día para otro, y usando la excusa (muy usada en estos días recientes en polémicas de plataformas de Internet) de violación de los términos de servicio por "violencia y otras actividades ilícitas".  Nuevamente aparece la peligrosa situación de la aplicación de términos y normativas ambiguos, que pueden cambiar de forma unilateral y cuyas sanciones son inapelables (algo que discutimos en un artículo previo).  Y algo peor, GoFundMe ha decidido tomar parte de lo recaudado y repartirlo entre ONG's ideológicamente alineadas con ellos, y el resto, devolverlo a los donantes, si "estos últimos lo solicitan", es decir, GoFundMe pretende quedarse con el dinero donado, aprovechando la inacción colectiva de mucha gente.

Y tal como advertí en el primer artículo de esta serie, este accionar de las empresas de BigTech siembra serias dudas sobre negocios en la nube, ya que, nuevamente, luego de arduo esfuerzo, estas empresas pueden decidir robar lo recaudado simplemente porque las ideas de la iniciativa no coincidan con las de GoFundMe.  Y no es simplemente, como dicen muchos, que "si no te gusta los términos del servicio, usa otra empresa".  Lo que está pasando es que estas empresas de servicios pretenden privatizar espacios públicos y el cambio constante de los términos de servicio es un atentado al estado de derecho y al respeto de los contratos.

Me sigue sorprendiendo que los ataques mas fieros a la libertad provendrían de unas empresas de un sector que nació prácticamente libre, sin regulación alguna, y que fue gracias a esa libertad que se han desarrollado y han logrado convertirse en lo que llaman ahora Big Tech.  El problema es que muchos los líderes de estas empresas tienen ideas equivocadas basadas en que todo aquello que no les guste, puede ser cerrado.  Y esto es un ataque a la libertad.  Sin olvidar que muchas de estas empresas Big Tech tienen una relación incestuosa con los gobiernos.

Es imprescindible darnos cuenta que así como la tecnología puede ser usada para el avance de las sociedades y para el ejercicio de nuestras libertades, esta misma tecnología, en manos de los gobiernos, puede representar un serio riesgo a nuestras mismas libertades. Y es algo sobre lo que debemos estar siempre vigilantes, que, como decía Jefferson, es el precio de la libertad. 




domingo, 31 de enero de 2021

Nubes que opacan la computación en la nube (II): Normas Comunitarias versus Estado de Derecho

Dice una leyenda urbana que, si uno leyera a fondo los términos de servicios que uno habitualmente adquiere (cuentas de banco, líneas telefónicas, etc.), no los adquiriera dadas las protecciones que los proveedores colocan en letras pequeñas en dichos contratos.

La sociedad comercial moderna se basa en contratos. Contratos de corta ejecución y por ende simples (por ejemplo cuando usted compra un bien inmediato) o contratos cuya duración es larga y por ende su ejecución se vuelve compleja, dado que mayormente los contratos son incompletos ya que "ex-ante" no se pueden proveer todas las situaciones de una relación contractual.  A pesar de estas irregularidades, una de las condiciones necesarias de los contratos es que, estos deben ajustarse a las leyes que rigen el estado de derecho y no deben ser modificados de forma unilateral por una de las partes.

Desde el nacimiento de la computación comercial han existido los términos de servicio, ya que las empresas comercializadoras de software se han cuidado dentro de sus relaciones comerciales, que los compradores de sus software no puedan tomar a las fallas naturales de los productos como incumplimiento de los contratos y por ende, demandarlos judicialmente.

Al aparecer los servicios digitales en Internet, estos términos de servicio se extendieron a esta área. De hecho, cuando usted abre una cuenta de correo o en una red social, siempre se coloca el check mark de "acepta usted nuestros términos de servicio".  Términos que, con la evolución del negocio digital, han venido cambiando de forma unilateral por parte de los proveedores de servicio y se entiende que si se sigue usando el servicio es que, usted como usuario, ha aceptado estos cambios.

De los términos de servicios, con el aparecer del concepto de red social, ha aparecido el nuevo concepto de "Normas Comunitarias". Una especie de legislación especial que rige las relaciones entre esas comunidades digitales, y que, si usted como usuario las viola, puede estar sujeto a sanciones temporales o incluso permanentes, lo que puede implicar, que el proveedor le puede denegar, de por vida, el servicio. Éste es el caso de la suspensión a Donald Trump en Twitter, o más recientemente a César Vidal en YouTube.
Se pudiera argumentar que estas empresas, como empresas privadas, pueden decidir sus reglas y admitir a quien ellas lo decidan. Hasta aquí el argumento pudiera soñar correcto. El problema son estas "Normas comunitarias" y su aplicación. En primer lugar estas no son normas comunitarias, son términos de servicio establecidos por el prestador de servicio, en muchos casos son ambiguas y poco claras y, en especial, sus procedimientos de sanciones son poco claros y en muchas ocasiones cambiantes según la circunstancia.  Adicionalmente, estas sanciones son inapelables, convirtiéndose estos proveedores en jueces supremos fuera del sistema legal del Estado de derecho.

Como argumenté en el primer artículo de esta serie, la decisión de denegación de servicios de estos proveedores, por razones muchas veces no claras o simplemente porque quien contrata no comparte la ideología política del proveedor, este último puede suspender de forma unilateral los servicios y acabar de un día para otro con el negocio. O como se hace en China, servir para condenar al ostracismo social a quienes las violen.

Éste tema de las normas comunitarias es un riesgo para la sociedad contractual y para el estado de derecho y para la sociedad libre. Es algo que se debe ver con mucho cuidado. Estudiarse a fondo en las escuelas de derecho.
Por lo pronto se debe enfrentar a estas empresas que, usando su poder económico, pretenden imponer su visión ideológica de lo que sería la legislación: no hay ciudadanos, hay usuarios (los cuales no tienen derechos); no hay estado de derecho, hay normas comunitarias (cuyo funcionamiento es inapelable).

jueves, 14 de enero de 2021

Nubes que opacan la computación en la nube: Parler y AWS

"Una vez, los hombres entregaron sus pensamientos a las máquinas con la esperanza de que estas los liberaran. Pero esto solo permitió que otros hombres con máquinas los esclavizaran"

Frank Herbert Dune

Empiezo por aclarar que soy computista. Mi práctica profesional de más de 20 años se ha desarrollado en el mundo de las bases de datos y el internet.  Y para más señas, mi negocio tiene una base importante de implementaciones en la nube.  Siempre me ha maravillado el desarrollo de las tecnologías de información ya que, entendía yo, gracias a ellas las sociedades tendrían un mayor bienestar y libertad dado los incrementos asombrosos de productividad que se lograban con el uso de estas herramientas.  Aún más con el desarrollo el internet, esa capacidad de interconexión le permitiría a gente más alejada de los centros de producción de conocimiento y riqueza, acercarse a estos y superar esa lejanía, que en muchos casos, también significaba pobreza.

El rápido progreso del internet, cuya penetración ha sido mucho más rápida que el teléfono tradicional y la propia electricidad, fue permitiendo que se ampliaran y desarrollaran canales de comunicación mas potentes e inmediatos, lo que llevó al siguiente paso: si estamos todos interconectados, para que tener centros de cómputo en cada casa o empresa.  Empezando con el correo electrónico, seguimos con el almacenamiento y ahora la computación en el internet, o cómo coloquialmente se le dice "en la nube".

La promesa de los principales proveedores de computación en la nube, es que se reducirían los gastos de capital, la capacidad de cómputo sería de acuerdo a lo que se demandara y por sobre todo, la seguridad estaría garantizada ya que estos grandes proveedores habrían hecho las inversiones necesarias.  Lo único que había que hacer era contratarles (a los proveedores) sus servicios y el desarrollo de su negocio no tendría que preocuparse por la infraestructura tecnológica, que, tal como la electricidad, ya era un comodín.  A partir de ahí se desarrollaron nuevos conceptos: Infraestructura como servicio, software como servicio, bases de datos como servicios.  Y por sobre todo, lo que prometían era que, ellos serían aliados "neutrales" para que los negocios crecieran.

Todo parecía muy bien hasta hace unos pocos días.  El pasado 6 de enero y a raíz de los eventos sucedidos en el Congreso de USA durante la ratificación de Joe Biden, Twitter decide suspenderle definitivamente a Donald Trump su cuenta "para evitar más incitación a la violencia".  Es decir, Twitter es capaz de preveer el futuro y a partir de ahí suspende la cuenta de Trump para que "no vuelva a delinquir".  Todo esto parece una escena de Minority Report.  No fue que Donald Trump incumplió una regla del servicio, fue que el proveedor, que bajo las leyes debe ser neutral, aplica una línea editorial y suspende una cuenta para evitar que haga cosas en el futuro.  Ya esto es gravísimo, porque así como le pueden suspender la cuenta a una persona pública (que no es cualquier persona, el presidente de los Estados Unidos), que no pueden hacer con personas de menos exposición, más aún cuando estas empresas, con sus aplicaciones, recogen cientos de datos de las opiniones y comportamientos de los individuos.

Episodio siguiente, gente que se sintió agredida con lo que le hicieron a Donald Trump, decidieron migrar a otra red de microblogging: Parler.  Pues otros socios tecnológicos lo primero que hicieron fue suspender de sus tiendas de aplicación a dicha aplicación.  Y paso seguido, el proveedor de servicios cloud, a saber Amazon AWS, decidió de forma unilateral suspender el contrato de servicios de alojamiento de servidores, dejando a Parler sin negocio posible, o al menos hasta que este busque otros servicios de alojamiento de servidores.

Esto que ha hecho Amazon AWS sienta un precedente muy grave y pone en duda la fiabilidad de estos proveedores de servicios de infraestructura.  Si en el día de mañana, Amazon AWS, Microsoft o cualquier otro proveedor decide, por razones ideológicas, suspender los servicios de infraestructura al negocio que sea, sólo porque los dueños de ese negocio piensan distinto o apoyan a un candidato político que no les guste a los dueños o stakeholders de estos proveedores, y de un día para otro deciden unilateralmente suspender los servicios.  Y si es un banco? de un día para otro ya todos los clientes perderían su dinero (me hace recordar mucho la película Die Hard 4.0).  Y en este mundo inflacionario y e banca de reserva fraccionaria, en el mejor de los casos, nueve décimas partes (9/10) del dinero que reportan los bancos centrales es dinero virtual, dinero en asientos contables (tal como explica mi admirado Jesús Huerta de Soto), y es dinero que pueden desaparecer de un plumazo, o en este caso con un clic.

Este incidente con Parler debe hacer pensar a muchos ejecutivos de empresas sobre la computación en la nube. Hoy fue Parler, mañana puede ser cualquiera de nosotros.  Sólo por el simple hecho de que las ideas que uno comparta no sean del agrado de los ejecutivos del proveedor. Y otro elemento que siembra dudas nuevamente sobre el "cloud computing": la privacidad.  Que tanta privacidad puede haber si el proveedor puede decidir suspender los servicios por lo que uno piense o pueda pensar.

Realmente jamás pensé que los ataques mas fieros a la libertad provendrían de unas empresas de un sector que nació prácticamente libre, sin regulación alguna, y que fue gracias a esa libertad que se han desarrollado y han logrado convertirse en lo que llaman ahora Big Tech.  

Como dirían coloquialmente en mi país: quisieron hacer una gracia y les puede salir una morisqueta.  Y yo creo que les va a salir muy caro

Y si, en el "bottom line" se trata de la libertad. Libertad de expresión, libertad de empresa y en si, de la LIBERTAD.

domingo, 10 de enero de 2021

El desprecio progresista por el hombre común

El 6 de enero de 2021 sucedieron unos hechos inéditos en la política de los Estados Unidos.  A partir de una manifestación de partidario de Donald Trump a las afueras del congreso, un pequeño grupo entró en las instalaciones de esta institución de forma violenta, buscando detener el proceso de ratificación de los votos electorales.

Los Estados Unidos me sigue maravillando por la solidez de sus instituciones.  Más allá de lo que podamos pensar, de que el establishment político nunca votará o hará alguna acción para alterar el status quo que los beneficia, la idea central en lo que sucedió ayer al ratificar a Joe Biden, es que el sistema debe estar por encima de los hombres, un gobierno de leyes, no de hombres, y eso me parece loable.  Y desde mi punto de vista, fue un error de Trump pensar que en el congreso se podía revertir lo que el proceso electoral había arrojado, mas allá de las dudas razonables que existen sobre el mismo.  Dudas que son reales, pero que el equipo legal de Trump no logró que fueran aceptadas ante los tribunales.

Desde 2016 he venido apoyando a Donald Trump.  He criticado, y aún lo hago, a venezolanos que, por su aspecto populista (tal como en este episodio del politigato), repetían "es que es igual a Chávez".  El populismo puede ser de izquierdas o de derechas.  El de izquierdas siempre es más dañino, porque la izquierda siempre buscará dominar a la sociedad, ya que el proyecto de la izquierda es el socialismo.  Y el socialismo, siempre, sin importar su origen, revolucionario o democrático, siempre será totalitario, ya que dos de sus bases fundamentales tienen como objetivo "transformar" de forma total a la sociedad: control e ingeniería social.  

Viendo los hechos de ayer, en la noche escuchaba a varios analistas (todos de izquierdas, demócratas) en CNN en Español (canal de producción de noticias con un evidente sesgo progresista) en donde decían que él problema es que el discurso de Trump había calado en estados "abiertamente conservadores en donde los votantes de Trump son gente poco estudiada y "fanática".

Este razonamiento me hizo recordar algo que es muy común en la educación dirigida por el progresismo.  En mi propio país natal, Venezuela, era algo muy común, que hubiese el meta mensaje de que por haber asistido a la universidad uno era mejor que aquellos que no.  De hecho, la masificación y hasta cualquierización de los grados universitarios tienen detrás la idea de que, con el título universitario, la persona podrá automáticamente ascender socialmente y dejar de ser un "cualquiera".

Esto también pasa en los Estados Unidos.  En un artículo previo reseñaba que el proceso de adoctrinamiento en favor del progresismo y las ideas de izquierda es algo que viene ocurriendo en las universidades de Estados Unidos desde hace no menos de veinte años.  Y el adoctrinamiento no es nada más en favor del progresismo, sino en el desprecio de su propia sociedad y su propio país.

A pesar de ser un país desarrollado, los Estados Unidos sigue siendo un país mayormente rural, tradicionalista y conservador.  Ir a la universidad es, para pocos. Y es algo que más allá del costo (que ha venido incrementándose a lo largo de los años).  La riqueza de la sociedad estadounidense le ha permitido a la gente, que, aún con oficios y profesiones no universitarias, vivir con decencia y sobre todo reproducir esa riqueza.  Es muy normal, en cualquier pequeña ciudad o condado en Estados Unidos, que la gente pase toda su vida en el mismo poblado, donde desarrolla su vida, su familia y su oficio.  Oficios que llenan de orgullo a la gente.

Pero la educación progresista inculca que es deshonroso el trabajo, los oficios no universitarios.  Eso mismo me di cuenta cuando, en una de mis experiencias estudiantiles fuera de Venezuela, encontraba que mis compañeros de estudio no tenían ningún problema en trabajar en oficios como meseros o ayudantes de limpieza, mientras ganaban experiencia en su profesión.  Algo, que en mi país, sería una deshonra.  En mi país, como en buena parte de Latinoamérica, hay oficios para determinadas clases sociales.

En la película Grown ups 2 (titulada en español, Son como niños 2), la trama gira en torno al retorno del protagonista a su pueblo natal, luego de alejarse de su trabajo en Hollywood en una ciudad tan agitada como Los Ángeles.  Pero ahora en el pueblo hay una facultad de una universidad, por lo que en el pueblo conviven universitarios que no son originarios del mismo.  En una escena donde el protagonista y sus amigos quieren disfrutar de un lago que habitualmente visitaban desde niños, llegan estos universitarios a mofarse y burlarse de que "son albañiles atascados en un pueblucho por el resto de sus vidas"




Esta deformación de la educación me parece deplorable.  Hace algún tiempo lo veía en las opiniones de una persona en el muro de Facebook de una conocida venezolana,  progresista para mas señas, que se quejaba del resultado de unas elecciones en Florida, en donde ella deseaba que estos "incultos" que votan tenían sus días contados ya que las nuevas generaciones estarían más educadas.  Esta misma conocida, luego de los resultados electorales, hacía una correlación entre los condados con más contagios de COVID y aquellos condados que habían votado más a Donald Trump, dejando entrever que eran unos incultos.

Lamentablemente esta idea "progresista" está muy extendida en la mente de la gente. Y es buena causa del conflicto actual en los Estados Unidos.  Y si el nuevo gobierno demócrata lleva a cabo una de sus promesas, condonar los préstamos estudiantiles con dinero de los contribuyentes, muchos de ellos no universitarios, va a seguir alimentando este conflicto.

Mientras el progresismo, tanto como el socialismo, sean ideas respetables, evaluadas por sus "buenas" intenciones, mantendremos conflicto en la sociedad.  Y populistas se aprovecharán de ese conflicto para llegar a la gente y acceder al poder, para bien o para mal.